Alaquàs es un municipio con una identidad profunda que se ha forjado a lo largo de siglos de historia. Desde sus orígenes en la etapa musulmana hasta su configuración actual como una ciudad moderna del área metropolitana de València, ha experimentado una evolución marcada por transformaciones sociales, económicas y culturales. Esta trayectoria histórica se manifiesta en su urbanismo, en su patrimonio y en la memoria colectiva de sus habitantes.
Este recorrido por el pasado de Alaquàs nos permite comprender mejor su presente y valorar la riqueza de sus raíces. A través de los siglos, la localidad ha sabido adaptarse a los cambios sin perder su esencia. En este artículo, repasamos los principales hitos de su historia, organizados cronológicamente.
Los primeros asentamientos documentados en el territorio de Alaquàs datan de la época musulmana, entre los siglos VIII y XIII. Durante este período, la región se organizó en alquerías, pequeñas explotaciones agrarias que combinaban vivienda y cultivo. Estas comunidades agrícolas prosperaban gracias a un sistema de riego heredado de tradiciones romanas y perfeccionado por los árabes: la red de acequias. La riqueza y eficiencia de este sistema permitió el desarrollo de una economía agraria estable y autosuficiente.
El nombre «Alaquàs» proviene del árabe «al-aquás», que significa «los arcos» o «las arcadas». Este topónimo podría estar relacionado con estructuras arquitectónicas o puentes que caracterizaban el paisaje de la zona en ese tiempo. La toponimia refleja la influencia islámica, que no solo dejó su huella en los nombres, sino también en la arquitectura, la organización territorial y las prácticas culturales.
Durante esta etapa, la población vivía en equilibrio con su entorno, manteniendo una organización social basada en la comunidad y en la gestión compartida de los recursos agrarios. Las alquerías eran unidades familiares extendidas que trabajaban la tierra y contribuían a una red económica local bastante autárquica. La herencia de esta etapa es todavía visible en ciertos trazados rurales, nombres de caminos y en la base de la agricultura tradicional de la huerta valenciana.
La conquista cristiana del territorio por parte del rey Jaume I a mediados del siglo XIII marcó un punto de inflexión en la historia de Alaquàs. Tras la incorporación del Reino de València a la Corona de Aragón, se reestructuró el control del territorio. Muchas tierras fueron redistribuidas entre caballeros cristianos y órdenes religiosas, lo que cambió radicalmente la configuración social y económica.
La población musulmana fue en parte desplazada, forzada a convertirse o a abandonar sus tierras. El sistema feudal impuesto trajo consigo nuevos valores, instituciones religiosas cristianas y un modelo de vida diferente. Se levantaron parroquias y se establecieron nuevos núcleos de poder ligados a la nobleza y al clero. En este contexto, se consolidó una nueva jerarquía social y se redefinió el paisaje humano y agrario.
Las primeras menciones documentadas del municipio con el nombre de Alaquàs aparecen en registros notariales y censales de la Baja Edad Media. Estos documentos dan fe de su importancia creciente dentro de la comarca, con una economía agraria organizada y una estructura político-administrativa que iba adquiriendo complejidad. Las referencias a contratos de tierra, censos y días de mercado revelan una vida local cada vez más consolidada.
Durante los siglos XV y XVI, Alaquàs vivió un auge bajo el control de la familia Vilaragut, que ostentaba el señorío del lugar. Fue en este contexto de crecimiento económico y consolidación del poder feudal cuando se construyó el castillo-palacio, una de las joyas del patrimonio histórico valenciano. Esta construcción, iniciada hacia 1580, se erigió como símbolo del prestigio y la riqueza de sus propietarios.
El castillo de Alaquàs fue concebido no solo como fortaleza sino como una residencia palaciega con vocación representativa. De estilo renacentista, con influencias italianas y valencianas, presenta una estructura rectangular con cuatro torres en las esquinas y un hermoso patio interior porticado. Su diseño refleja las aspiraciones artísticas de la nobleza de la época, más preocupada por el confort y la imagen que por la defensa militar.
En torno al castillo se desarrolló una vida comunitaria intensa. La población local participaba en ferias, actividades económicas y celebraciones religiosas vinculadas a la familia señorial. La institución del mercado semanal y la presencia de artesanos dieron dinamismo a la vida urbana. Este período dejó una huella imborrable en el urbanismo y en la configuración del centro histórico de Alaquàs.
Durante los siglos XVIII y XIX, Alaquàs continuó siendo un municipio agrario, con una economía basada en el cultivo de secano y de regadío, incluyendo productos como trigo, vid, algarrobo, olivo y hortalizas. La sociedad estaba estratificada entre grandes propietarios y jornaleros, con formas de vida marcadas por la dependencia del calendario agrario y las festividades religiosas.
La desamortización de bienes eclesiásticos y comunales, iniciada en el siglo XIX, tuvo un fuerte impacto. Muchas tierras que habían estado en manos de la Iglesia o del Ayuntamiento pasaron a ser propiedad de particulares, provocando una concentración de la riqueza en pocas manos y cambios significativos en la estructura de la propiedad agraria.
Con la mejora de las comunicaciones y la llegada de la línea de ferrocarril cercana, Alaquàs comenzó a vincularse más estrechamente con València. Esto permitió una mayor circulación de personas y mercancías, y abrió la puerta a una incipiente industrialización que, aunque mínima al principio, marcaría el inicio de una transformación progresiva en el tejido económico local.
El siglo XX estuvo lleno de contrastes para Alaquàs. Por un lado, la Guerra Civil española (1936-1939) trajo consigo tensiones, divisiones y penurias para la población. Durante el conflicto, Alaquàs sufrió bombardeos y perdidas humanas, y tras el final de la guerra, la dictadura de Franco supuso un período de represión, silencio y carencias.
No obstante, a partir de la década de 1960, Alaquàs comenzó a experimentar un crecimiento acelerado debido a la llegada de inmigración de otras zonas rurales de España, especialmente de Andalucía, Castilla-La Mancha y Aragón. Este fenómeno provocó la expansión del casco urbano, la aparición de nuevos barrios y un cambio profundo en la composición social del municipio.
La transición democrática, iniciada tras la muerte de Franco en 1975, abrió un nuevo capítulo para Alaquàs. Se fortalecieron las instituciones municipales, se recuperaron fiestas populares como las Fallas y se impulsó la cultura local de Alaquàs. El movimiento vecinal cobró protagonismo en la lucha por mejorar infraestructuras, equipamientos y servicios públicos.
En las últimas décadas, Alaquàs se ha consolidado como un municipio moderno, activo y con una fuerte identidad cultural. Su integración en el cinturón metropolitano de València le ha permitido disfrutar de los beneficios de la conectividad, el crecimiento económico y el acceso a servicios, sin perder su carácter singular.
Uno de los aspectos más destacados ha sido la apuesta por la recuperación del patrimonio. La rehabilitación del Castillo de Alaquàs, hoy convertido en un centro cultural de referencia, es un ejemplo emblemático de cómo el pasado puede integrarse de forma activa en el presente. A esto se suman programas educativos, culturales y festivos que refuerzan el sentimiento de comunidad.
En el siglo XXI, Alaquàs afronta retos como la sostenibilidad, la inclusión social y la modernización urbana. Sin embargo, lo hace desde una base sólida: la de una comunidad que conoce su historia, valora su identidad y mira al futuro con ambición y responsabilidad. La historia de Alaquàs no es solo un conjunto de fechas; es la historia viva de una ciudad en constante evolución.
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